La música de Wilco funcionó como el equilibrio de lo esencial.
✎ Facundo Arroyo
Un cantante alto de música folk levantó un afiche de Wilco y lo miró, sonrió, se lo quedó. Un guitarrista indie que gira por todo el mundo se acercó al escenario y chusmeó algunos pedales. Un batero de jazz se apoyó contra la pared del fondo al inicio del show y después terminó contra la baranda del escenario. Así son las bandas de guetto. Cuando llegan a tu ciudad hay gente muriéndose de amor y otras levantando su antena. ¿Qué es Wilco?, ¿por qué tanto alboroto?, ¿tan enamorados están? Sí. Wilco, quizás, sea la mejor banda de América (desde hace dos décadas) pero casi nadie lo sabe.
En casa hay un estabilizador de energía. Si está azul, todo está en orden. Si está rojo, todo mal. Hay peligro, una vez otro se me prendió fuego. Con la guitarra de Nels Cline me pasa lo mismo. Fue la segunda vez que los vi en vivo y entonces ahora podía torcer mi atención de esas tan hermosas canciones. El guitarrista modera la tensión del vivo y, cuando quiere, la corrompe. Luz roja, olor a plástico quemado. El que dicen es el mejor solo de las canciones de Wilco (“Impossible Germany”) la noche del viernes duró siete minutos y doce segundos. Lo sé porque se me entumeció el trapecio con mi video mientras esperaba que largue el puente que te hace respirar.
La música de Wilco funciona como equilibrio de lo esencial. Un fuego que no destruye la ciudad, un amor que no te parte los huesos, el viento que hace volar las cenizas, el seguidor que te favea las cosas importantes, el amigo que no te persigue con la chapa de la moral. Cuando Wilco rompe una canción con el mosh de la música alternativa puede fingir demencia y seguir. Wilco puede emular a The Beatles pero también a los grandes cantores del folk-rock americano. Dylan escucha Wilco y Neil Young también, ¿qué duda cabe? Adam Granduciel y Kurt Vile le roban, porque de eso se trata el arte.
No es necesario analizar el setlist. Al segundo del vivo, cada gordo Wilco desde su lugar en el Art Media ya estaba cruzando los datos, las canciones, los discos, las comparaciones con sus shows en San Pablo y Montevideo. Pongan “Wilco” en X y van a tener no menos de diez visiones sobre eso. No es necesario ponerse snob con la banda, uno puede compartir “Jesus, etc.” en su IG personal y tener algunas interacciones de desconocimiento. Estamos hablando del tema con más reproducciones en Spotify. Pero estamos hablando, también, de una banda de Chicago que no es masiva. Por eso, cuando llegó el momento de este tema en vivo, Jeff Tweedy levantó la vista y chequeó la primera frase. Esa en la que le dice al barba que no llore. Todos y todas la cantaron. En los papeles le piden a Jesus que no llore pero el que no se aguantó el llanto fue el diablo. Si era por él, hubiera quemado Buenos Aires de la emoción.
También colegas e integrantes del circuito musical dijeron cosas en sus redes. Leticia Martin, la última gran artista argentina del freelancismo cultural en su gesto del “Nadie lee nada”, focalizó en “Either way” y dijo que recordará siempre la belleza de verlos en vivo. Después se mandó una traducción de la canción. Esa que dice: “Tal vez aún me amas / Tal vez no lo hagas. / Tal vez solo necesitas algo de tiempo a solas. / Voy a tratar de entender”. Nicolás Igarzábal dijo que son un estado de belleza permanente y Santiago Segura fue a verlos a Montevideo pero aún así también cayó al Art Media. Lupita Rolón remarcó en un video que en la Argentina se cantan los solos, y que las bandas no lo pueden creer. El mismo guitarrista indie que gira por todo el mundo tuiteó un recuerdo: cuando Pau de 3 pecados en su casa de Barrio Viejo (Montevideo) le mostró el mejor solo de guitarra que existe. Puso una versión en vivo de “Impossible Germany”. Martín Graziano dijo que si Pat Sansone fuera guitarrista de otra banda sería la estrella pero que toca en Wilco y sólo tiene lugar para dos solos de guitarras, que aún así salen espectaculares. Bueno, y así. Falta leer sus coberturas, no le sigamos dando la razón a Leticia Martin.
Un nivel de delirio y precisión total. Eso fue el show de Wilco y eso generó un disfruté de más de dos horas de canciones perfectas. Nadie sabe muy bien qué es lo que pasa cuando todo está en orden, cuando todo parece girar a favor de nuestra felicidad. Vivimos en un mundo roto y ya casi ni esperanza tenemos, salvo que cinco gordos de Chicago carguen 6 cajones con treinta guitarras y vengan a la ciudad del Eternauta a tomar sol y comerse un sánguche de vacío antes de tocar.