El sueño de quienes vivimos el show de la banda en el C Art Media era que el show durase eternamente.
✎ Daniel Bajarlía
Hay bandas que producen una sensación sin igual al ser descubiertas, una especie de epifanía que es difícil olvidar y que pocas veces se repite. Desde ya, con qué artista ocurre eso es totalmente subjetivo, pero el sentimiento es el mismo. Algunos recordarán el calor que pasó por sus cabezas cuando escuchó a The Beatles por primera vez. Otros tendrán presente cómo les explotó la cabeza al darle play al primer álbum de The Velvet Underground. El punto es que uno percibe que subió un nivel, si es que eso existe, en una escala imaginaria de calidad musical. De pronto, cae en la cuenta de que está dispuesto a asumir nuevos desafíos sonoros y que aquello que para muchos es un ruido insoportable, o un sonido soporífero, para vos es armonía y melodía, un viaje de ida hacia un mundo desconocido, en fin, aquello que llamamos música. Eso me pasó a mí con diversas bandas, pero pocas veces con tanta intensidad como cuando me crucé, de casualidad y de forma totalmente inesperada, con “Impossible Germany” de Wilco.
Recuerdo que había llegado a mis manos un CD de difusión de Warner que contenía los principales cortes de difusión de mayo de 2007. Allí había artistas tan disímiles como Smashing Pumpkins, Linkin Park y Gym Class Heroes y, por supuesto, Wilco. Nada de lo que había se le parecía. Ese primer riff a dos guitarras que invitaba a parar la oreja, la voz suave de Jeff Tweedy transmitiendo serenidad desde el principio, ese puente instrumental relajado… hasta que de pronto aparece el solo de Nels Cline, que es magia pura. No llama la atención al principio, pero con el correr de los minutos se empieza a enaltecer. Cuando te das cuenta, ya es demasiado tarde: tu mente está flotando, pero la aparición de dos guitarras más sosteniendo un nuevo riff te dispara todos los sentidos. Cline logra que des una vuelta en el aire, pero la banda, sobre el final, te hace aterrizar suavemente. ¿Qué acababa de pasar? No estaba seguro, pero cuando logré articular el pensamiento, ya tenía una copia de Sky Blue Sky en la mano. Fue el comienzo de una admiración hacia una banda sin precedentes.
Cada álbum fue un descubrimiento en sí mismo. El disruptivo Yankee Hotel Foxtrot, el experimental A Ghost Is Born, los primeros discos, todavía cercanos a la primera banda de Tweedy, Uncle Tupelo… El mundo de Wilco es inmenso y está en constante expansión, con proyectos paralelos de todos sus integrantes, colaboraciones, producciones y canciones a raudales. Todos los que fuimos a verlos el viernes pasado al C Art Media lo sabemos y por eso, aunque estamos seguros de que no habrá otro show mejor este año, en el fondo estamos un poquitito disconformes porque a todos nos faltó escuchar algún tema de su vasta discografía.
El sueño de quienes estuvimos ahí era que el show durase eternamente. Así lo demostró el público -el lugar estaba colmado-, que le demostró a la banda que se sabía todas las canciones. ¡Hasta los riffs! El sexteto no pudo disimular su cara de sorpresa y fascinación. Tweedy repitió varias veces que no estaban acostumbrados a que la audiencia cantara con ellos. Su público alrededor del mundo debe ser muy snob como para exteriorizar sus sentimientos. ¿Cómo puede quedarse callado frente a un estribillo tan lindo como el de “Jesus, Etc.” o no mover aunque sea la patita con rockazos como “Box Full Of Letters”?
No es que la música de Wilco sea pretenciosa. Lo que sucede es que son tan virtuosos e inquietos que sus canciones tienen cierta complejidad, pero al mismo tiempo son muy accesibles. Sus melodías se pueden cantar, las letras logran conmover. Es, sobre todas las cosas, una banda con alma. Por eso los que estuvimos ahí pasamos las dos horas enteras con lágrimas en los ojos, emocionados hasta la médula con cada canción. El grupo lleva tanto equipamiento en cada gira que sabemos que era costoso traerlos a Sudamérica.
Estuvimos agradecidos en 2016 cuando vinieron al BUE, pero, se sabe, quien no es headliner en un festival no recibe la misma calidez. Fue un placer verlos en aquella ocasión, tuvo el sabor de asignatura pendiente que parecía imposible materializar, pero, en retrospectiva, fue un show frío, quizás más parecido al que dan en otras ciudades del mundo. Hubo mucho curioso que los vio sin entusiasmo, en un espacio cuyo sonido no era el mejor, y superpuestos en la grilla con The Flaming Lips. Ni por asomo era el recibimiento que merecían, pero también hay que sincerarse: Wilco no es una banda popular en este rincón del mundo.
Acá son una banda de culto, pero en 9 años fueron ganando adeptos. Quienes los venimos siguiendo fuimos a cuentagotas llevando su música a más gente, no siempre con éxito. Pero, en el momento en que logramos captar la atención de una persona, la conversión fue absoluta. Así pasó con mi esposa, que se enamoró de Wilco al poco tiempo de enamorarse de mí. Apenas nos conocimos, ella se fue a estudiar afuera dos meses y escuchaba Sky Blue Sky para sentirse más cerca de mí. A su regreso, trajo consigo los tres discos del grupo que me faltaban. ¿Cómo no caer rendido a sus pies? No por nada me casé con ella. Pudimos verlos juntos las dos veces que vinieron y en ambos conciertos estuvimos abrazados sintiendo cómo su música nos unía aún más. Espero lograr esa misma conexión con mis hijos dentro de poco. Vamos por buen camino.
Es que una vez que se entra en la música de la banda de Chicago, la devoción es total. Así lo demostró el público en esta última visita, que dejó a la banda con ganas de volver. Después de todo, para un grupo que nos visita por segunda vez en casi una década, debe ser extraño que en el extremo sur del mundo exista una audiencia que les demuestre tanta entrega. Ellos lo devolvieron con creces, con una performance de esas que quedan en la historia y conforman una especie de hermandad, la de aquellos que tuvimos la suerte de estar ahí, en el preciso instante en el que una de las mejores bandas del siglo XXI se enamora de nosotros, el mejor público del mundo. Ellos devolvieron el cariño con un espectáculo cargado de energía y una interpretación magistral, donde cada sonido estaba en su lugar y la admiración brotaba de los ojos de cada uno de los que estuvimos allí.
Los que amamos a Wilco sabemos que va a ser difícil igualar lo que vivimos el viernes. Quizás nos deslumbre el virtuosismo de otros músicos o nos llene de emoción ver el debut de una banda que nunca nos visitó antes, pero nada se compara con todo el amor y la belleza que provocó este show. Todavía estoy bajo los efectos de ese hechizo. Ojalá no haya que esperar diez años para que se repita.