Nueva escudería nacional

Antes de que sea el turno de Nathy Peluso, en Lollapalooza hubo dos propuestas locales que se ganaron un lugar privilegiado en el lineup.

✎ Gabriel Plaza

Hace diez años atrás cuando se realizaba la primera edición del festival Lollapalooza nadie imaginaba que unos chicos y chicas iban a cambiar el panorama de la música argentina a base de rap y trap. La ola fue tan grande que tapó el resto. Pero lo que fue novedad, ahora es lo establecido y lo que venía a romper ocupa otro lugar decisivo dentro del mainstream de la música. Hasta la etiqueta de música urbana empieza a ser cuestionada por su incapacidad para reflejar la diversidad y mezcla de estilos que empezaron bebiendo del hip hop y derivaron en el trap, la cultura del reggaetón y el rock. Todo sucede muy rápido, incluso ya se viene hablando entre el periodismo especializado del post trap. ¿Cómo sigue la historia? Las presentaciones de CA7RIEL & Paco Amoroso y de WOS, en el día 1 y 2 del Lollapalooza, ofrecen pistas posibles para entender como el movimiento de la música urbana sigue mutando, o buscar reafirmarse en su lugar creando su propia tradición. 

Ellos que fueron la generación de revelo, la que apareció en el panorama para ofrecer otras miradas, corriéndose de los bordes del guetto de un género que les quedó chico, empezaron a traficar sus propias influencias y su visión artística. Cada uno a su manera ofreció pistas durante sus conciertos en el Lollapalooza sobre los cambios en la escena, la evolución de sus proyectos y el lugar de representatividad que ocupan en la escena actual. 

Paco y Cato, como impostores de un género que no les fue natural y al que arribaron comercialmente para dejar de morirse de hambre con sus experimentos de fusión jazzera y música progresiva. WOS, como el campeón del freestyle nacido en las batallas del Quinto Escalón en el Parque Rivadavia, que derivó en un referente de las rimas sociales con un guiño a la cultura rock. 

La actitud en cada caso es muy distinta. 

CA7RIEL & Paco Amoroso son dos artistas que tomaron la música urbana y la autopista comercial del mainstream, para vivir de la industria y burlarse de ella. Se  toman en broma haciendo música en serio, muy en serio: sólo hay que escuchar a su banda, la complejidad de sus arreglos y la transformación que hicieron desde la presentación de su disco Baño María en el mismo escenario, ofreciendo una listening party en el Lollapalooza 2024 -no tocaron ni un solo tema, solo armaron una fiesta electrónica, con un jacuzzi en el medio del escenario, mientras el público escuchaba su nuevo disco Baño María- hasta el giro musical y el impacto global que alcanzó su presentación en el Tiny Desk, convirtiendo sus nuevos temas en versiones mejoradas e invencibles dotadas de soul, funk y jazz. Pero con Paco y Cato, esos límites musicales ya son arbitrarios, porque a la ironía, la acidez y la lírica plebeya de sus letras con un fuerte componente sexual – “Dumbai”, “Babygansta”, “#Tetas”-, le suman esa inteligencia creativa, esa locura performática, esa capacidad para hacer creer a quienes los escuchan que pueden hacer cualquier cosa, y que esa mezcla, siempre saldrá bien, como cuando hacen subir a un grupo de físico-culturistas para que bailen y los suban a sus hombros para cantar “Pirlo”, dedicada al jugador italiano de fútbol. 

En vivo, en Lolla, combinaron todos esos elementos – que pueden transformarse virales para las redes sociales, un negocio que entienden bien- en un show muy bien producido escénicamente, con dos inflables gigantes de sus cabezas (que reciclaron de una puesta anterior), y un frasco XL con la palabra Papota, que oficia de plataforma varios metros por arriba del escenario, y da nombre a su nuevo EP, una alegoría de los anabólicos y una crítica a la industria que produce artistas inflados.

La dupla realiza un collage con los ingredientes basura de la música urbana, las canciones como memes de consumo irónico en “La que puede”, y los códigos bailables de la cultura pop, que puede entender un público ATP. En “El único”, el hit del disco Baño María (2024), todos repiten en coro junto a Paco Amoroso: “Tatuaje en el cuello, el pelo negro”, mientras bailan capturados por ese frenético funk, donde brilla el set de metales.  

Al final del show en el Lollapalooza, el baterista Catriel Ciavarella de Divididos había quedado sorprendido y decía que había estado frente a uno de los mejores conciertos que vio en mucho tiempo. Y, en algún sentido, tiene razón. Paco y Cato, están jugando en otra liga. 

WOS, en cambio, se para desde otro lugar. Su vocación por el hip hop real, -cuanto más transparente y franca resulta su música, es mejor- está linkeada con la influencia de la cultura rock en su vida. Su música se alimentó del riñón del género y sus citas son constantes: su sample de Los Redondos en “Luz delito”, su vínculo con Ricardo Mollo de Divididos en la canción “Culpa”, que apareció en su concierto en las pantallas, o su recordada versión de “Pistolas” con Ciro y Los Persas. Fue su manera de apropiarse del hip hop y darle su propio adn argento. Más cercano al rap de la vieja escuela que utilizan las letras como viñetas sociales, WOS le incorporó su propia insatisfacción personal, el vacío de las redes, su necesidad de poner a la luz sus propias sombras y transformarlo en un grito colectivo en canciones como “Descartable”, con la que abrió su show en el segundo día de Lolla. 

En vivo, es el rapero más rockero y su banda, también. La masa compacta del grupo-batería, teclados, bajo, dos guitarras eléctricas-, la que suena con la adrenalina y el voltaje eléctrico que necesitan sus rimas para poder volar y explotar en el aire, como bombas pequeñitas, es la plataforma de despegue para la voz eufórica de Wos en canciones como “Luz delito” o “Canguro”. 

Cuando Valentín Oliva, quiere evocar ese lugar de altoparlante que le tocó y eligió en esta vida,-ese espacio para drenar sus demonios-, recurre al freestyle. Nunca es más real que en ese momento. 

WOS, también es el autor de canciones, el que le dio nuevos himnos al hip hop argentino y a la cultura rock del siglo XXI, el que domina la palabra de una manera que puede transformar un rezo personal como “Arrancármelo” en una bandera (hasta fue el hit de la selección argentina de fútbol). Esa conexión entre el freestyler y el autor de canciones, son las puntas que unen un mismo lazo y reflejan todo su recorrido. Ese que le permite, ser vocero de una parte de su generación, y de toda esa camada nueva que viene atrás.  

En su presentación en el escenario de Lollapalooza, sigue sorprendiendo la cantidad de chicos que no superan los once años, que cantan “Arrancármelo” con la misma euforia de Wos y que pueden hablar de caerse y levantarse en la vida, anunciado su propio futuro en el estribillo: “Y no tengo pensado, hundirme acá tirado y no tengo planeado, morirme desangrado, y no no, no, no me pidas que no vuelva a intentar, que las cosas vuelvan a su lugar”.      

Tambien te va a interesar:

Publicado el 27 abril, 2025