Beautiful Garbage

Un martes por la noche que no fue una noche cualquiera en Buenos Aires: Garbage tocó en el templo del rock y estuvimos ahí, en el campo.

✎ Lala Toutonian

Shirley Manson no es solo la voz hipnótica de Garbage ni la presencia escénica que devora la oscuridad con cada uno de sus pasos, tan felinos. Es una guerrera. Una mujer que supo desde el primer día que la música era más que un grito de placer: la música es un arma, una trinchera.

Cuando comenzó con su banda, allá por los 90, cuando su cabello ardía en rojo furioso sobre los escenarios, Manson se mostró como una artista dispuesta a incomodar. Su feminismo no se disfraza de metáforas sutiles; es frontal, filoso, y se cuela en sus letras, en sus entrevistas y en su propio cuerpo, convertido en un manifiesto de rebeldía contra los estándares de la industria musical. Nunca fue una muñeca dócil. Habla sobre el abuso, el control, sobre la necesidad de que las mujeres reclamen su espacio sin pedir permiso. Y anoche en el Estadio Obras lo aclaró: “Esto es por mi amor a las mujeres. Y a los hombres, que también amo, pero ellos la tuvieron más fácil”. Porque así es toda militancia: instigada por el amor. Ya sabemos bien cómo son las del odio.

Y ahí nomás Garbage rompió con un grito de guerra en “Men Who Rule” fue hermoso: “The violator, hate the violator/The violator, destroy the violator” (“El violador, odia al violador/El violador, destruye al violador”) puño en alto.

Pero su lucha no queda ahí. Podemos ver en su Instagram que su voz resuena en favor de los derechos humanos en todas sus formas: apoya a la comunidad LGBTQ+ desde tiempos en que el respaldo de las estrellas del rock aún no era tendencia. En los últimos tiempos, Manson no se calla ante el horror en Gaza, al igual que Annie Lennox. Su indignación traspasa las redes sociales y se convierte en declaraciones encendidas que enfrentan a quienes prefieren la tibieza. Denuncia la masacre, nombra lo innombrable e insiste en la urgencia de no ser cómplices con el silencio. “No se puede ser neutral ante la muerte de inocentes”, dijo.

Shirley Manson es mucho más que una estrella del rock.
Lo de anoche fue puro goce. Una sacerdotisa postpunk en un atuendo victoriano salió a comerse a la audiencia.

(Un paréntesis en la crónica: qué tristeza sostener con fingida destreza un celular para grabar algo que nadie nunca va a mirar y perderse de saltar y bailar y cantar y gritar con frenesí, no sé, “Cherry Lips”, por ejemplo, o “I Think I’m Paranoid”. Como si ya no se tratara de disfrutar un concierto sino dar fe que se estuvo ahí. En fin. Prosigamos.)

Largaron con “Queer”, o sea, largaron con las botas puestas y patada al aire. En medio de “Wicked Ways” se atrevieron con “Personal Jesus” de Depeche Mode. Y cómo no se van a atrever, la voz de Shirley Manson todo lo puede. Todo.

Esta mujer que desde lo teatral resulta ser la mejor heredera de Siouxsie y su homenaje al delineado de ojos más famoso del punk, o de una elegante Nina Hagen si se concibiera tal. 

¿Un momento destacado? La interpretación de “Cup of Coffee” de ese discazo que es Beautiful Garbage. Una narración melancólica, desgarradora sobre el dolor de una ruptura amorosa no deseada, su estado emocional tras ser abandonada y cómo pueden arruinar los pequeños detalles cotidianos como una taza de café: “You tell me you don’t love me/Over a cup of coffee/And I just have to look away/A million miles between us/Planets crashing to dust/I just let it fade away” (“Me dices que no me amas/Con una taza de café/Y solo tengo que apartar la mirada/Un millón de millas entre nosotros/Planetas estrellándose en polvo/Simplemente dejé que se desvaneciera”). Una canción profundamente emotiva, con una interpretación vocal de Manson que transmite perfectamente la vulnerabilidad del personaje.

¿Una sorpresa? Nicole Fiorentino en bajo y voces. Esta estadounidense, vestida anoche de plateado espacial, viene de tocar en -Oh- Veruca Salt y -Oh oh- Smashing Pumpkins y reemplaza en Garbage a la también ex Smashing Pumpkins Ginger Poole, quien había relevado a la más linda del mundo, Melissa Auf der Maur, conocida bajista de Hole y quiero creer en mi fuero íntimo novia de Courtney Love, quien tuvo el importante cargo de sustituir a la bajista antológica de la banda de Billy Corgan: la enorme D’arcy Wretzky. 

Nerdeadas de fan aparte, continuamos con la crónica de una noche inolvidable. El eterno Butch Vig, alquimista de parches y platillos, comandó desde su trono rítmico; mientras que los riffs de Duke Erikson y Steve Marker fueron un látigo de electricidad.

“Only Happy When It Rains”, una plegaria, éxtasis industrial en “Push It”, belleza cruda en “Milk”, catarsis compartida en “Stupid Girl”: cada canción era un grito de resistencia.

En el cierre, “You Look So Fine” se deslizó como un susurro y Shirley, con la mirada encendida de fuego y gratitud, dejó que la última nota flotara unos segundos antes de evaporarse en la noche. 

Volvieron para despedirse con “No Horses” y “Grow Up”, siempre a pura carcajada de la Manson, sus hermosos fucking lo que sea con acento escocés y un agradecimiento tan sentido y honesto.

Hoy posteó: “El concierto en sí fue una locura. Había muchísimo amor en la sala. Gracias a @barbirecanati y su fantástica banda por abrir el concierto y a @mikkilusardi por ser la mejor novia que una mujer podría desear. Te amamos, Argentina. Gracias por darnos una bienvenida tan especial. En un momento tan desgarrador, cuando el mundo se siente tan duro e implacable, sentirme en tus brazos anoche fue tan dulce. Viva Argentina. Sean amables y liberen a Palestina.”

Viva Argentina. Sean amables y liberen a Palestina.

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Publicado el 27 abril, 2025