La cita de este último fin de semana fue en el estadio Monumental, donde Los Piojos celebraron su historia (¿y futuro?).
✎ Cecy Díaz
Hacía mucho frío, como aquella vez que se despidieron en River. Estábamos en River, como aquella vez. El cantante cerró la noche leyendo nombres de ciudades escritos en trapos y tocando el himno con su armónica. Sonaron canciones que, en su gran mayoría, tienen más años de los que pensamos porque -de una manera u otra- se convirtieron en clásicos y cuando eso sucede nunca envejecen.
Los Piojos dieron cita este fin de semana a lo que sería algo así como “el último ritual” pero, considerando que estrenaron una canción (a la que prometieron ir a grabar “en estos días”) y que Ciro deslizó un “no van a pasar ni parecido a 15 años para que volvamos a tocar”, cuando terminó todo más que nostalgia lo que sentimos fue que se iniciaba una nueva etapa y ahí entendimos, quizás, por qué la banda convirtió su famoso logo en un infinito.
Fueron dos noches intensas en el estadio Monumental: unas tres horas de música en vivo (tal como pasó en otros estadios desde que se reencontraron). Y, como toda convocatoria masiva, si hubo un factor común entre el público fue la diversidad de edades y lugares desde los que venían. Sí: hubo un par de personas que llegaron desde barrios pudientes que, incluso, pagaron las entradas más caras pero lo cierto es que la gran masa era clase media de Conurbano (y, por los nombres de las ciudades que mencionó Ciro hacia el final, también de otras provincias) que seguramente hicieron un esfuerzo para estar presente y llevar, incluso, a sus hijos e hijas para que tuvieran la experiencia de vivir en persona la intensidad de esas canciones que escuchan en loop desde que eran muy peques.
¿Con qué canción arrancaron? La segunda noche, que fue a la que fuimos, inicio con “Arco” y terminó con “Buenos días, Palomar”. Hubo algunos hits como “María y José” que el día anterior no sonaron aunque quienes fueron a ese otro recital se llevaron consigo una versión de, por ejemplo, “Verano del 92”.
Al tratarse de un show de casi tres horas (y no tratarse de un embole) hubo muchos momentos que podríamos destacar. Intentaré resumir: antes de tocar “Canción de cuna” se lo dedicó a “piojosos y piojosas más viejos” que llevaron a sus hijos e hijas; el Pollo Raffo aportó (y dirigió en vivo) un set de cuerdas compuesto por violines, violas y cello; para “Pistolas” subieron lo que se conoce como “liendres” (hijos de los integrantes de Los Piojos) para tocar y cantar (ahí vimos al hijo de Ciro cantando en unísono e incluso doblando, también, la armónica); “Tan solo” fue el gran momento del público (y una cita directa a The Rolling Stones cuando Ciro le metió letra de una de sus canciones encima); “Juana Azurduy” fue la elegida para clavar un mashup con uno de los temas más esperados de la noche: “Farolito”.
Y una yapa: el amor por D10s estuvo presente no sólo con la imagen de su gol contra Inglaterra (y todo el estadio gritando el gol como si estuviese sucediendo en ese mismísimo momento) sino que la banda le dedicó “Maradó” a Claudia, Dalma y Gianinna quienes, como en otras tantas ocasiones, dijeron presente como fans.
Este domingo tuvimos una despedida que no fue y -realmente- es una buena noticia para el rock argentino. La voz de Ciro se mantuvo impecable durante toda la noche, al igual que el espíritu rolinga que (re)vivimos ambos días.
