Mudhoney pasó por el escenario de Vorterix. ¿Cómo sonó? Tan fuerte que las paredes temblaron desde el primer acorde. Entrá a esta NOTA y leé cómo se vivió toda la experiencia.
✎ Carlos Noro
Si el grunge tuvo un acto de fundación, Mudhoney estuvo ahí, sosteniendo y tirando la primera palada de barro, mugre y frustración. Sin la crudeza y el desenfreno de su sonido, la escena de Seattle no habría sido la misma. Mientras otras bandas suavizaron sus bordes o cayeron en la autocomplacencia, Mark Arm y compañía se mantuvieron firmes en su dogma: guitarras sucias, actitud irreverente y una pared de distorsión sin concesiones.
Pero la historia de Mudhoney comienza antes, en los cimientos mismos del sonido de Seattle. Mark Arm y Steve Turner formaron parte de Green River, banda pionera que también contó con Jeff Ament y Stone Gossard, quienes luego fundarían Pearl Jam. Green River marcó el punto de partida del grunge con su mezcla de punk, hard rock y un enfoque crudo que rechazaba la pulcritud del metal comercial de los ’80. Sin embargo, las diferencias creativas entre sus integrantes llevaron a la disolución de la banda en 1987. Arm y Turner, unidos por su amor por la distorsión y el garage rock de los ’60, decidieron seguir su propio camino, dando vida a Mudhoney junto al bajista Matt Lukin (ex Melvins) y el baterista Dan Peters. Con su primer sencillo, Touch Me I’m Sick, establecieron un sonido feroz que influenciaría a toda la escena.
Anoche, en Vorterix, esa esencia se sintió intacta. El volumen fue abrasivo, altísimo, haciendo retumbar las paredes desde el primer acorde. El setlist, cargado de clásicos y rarezas, fue un viaje sin frenos por la historia de la banda, con una intensidad que pocas agrupaciones pueden sostener después de más de tres décadas en la ruta. Oscuro y denso siempre, con momentos de cadencia casi stoner, como si fuera una demostración de cuánto le debe el stoner al grunge y no al revés.
Esta fue la cuarta visita de Mudhoney a la Argentina, justo cuando se cumplen 20 años de su primera presentación en el país como teloneros de Pearl Jam en los recordados shows de 2005 lo que da la pauta de que los resabios musicales de los primeros noventas siguen presente con fuerza en el público Argentino generando que más allá de que el Teatro Vorterix no luciera colmado, hubiera una interesante y efusiva concurrencia para celebrar la gran mayoría de las canciones del set.
La noche arrancó con “If I Think”, que abrió el show con un aire denso y casi sabbáthico, como si la banda estuviera midiendo el terreno antes de lanzarse al ataque. La canción, lenta y arrastrada, cargó con una atmósfera envolvente que dejó al público expectante. La transición hacia “Move Under” fue inmediata, y la atmósfera cambió por completo: el golpe de batería fue hipnótico, repetitivo, mientras la guitarra de Turner comenzó a cortar el aire con su característico fuzz. Este fue el primer momento de verdadera conexión con el público, que empezó a saltar con fuerza, al ritmo de la banda.
“Get Into Yours” y “Nerve Attack” mantuvieron la intensidad, pero de una manera diferente. Mientras que “Get Into Yours” se apoyaba en una estructura más melódica, “Nerve Attack” hizo honor a su título con un golpe de caos, distorsión y agresividad. Con la repetición de la misma base rítmica, la canción se convirtió en un viaje que parecía nunca terminar, pero que el público disfrutó sin descanso.
“Into the Drink”, por otro lado, fue el primer gran coro de la noche. El estribillo pegajoso fue cantado por todos, mientras las guitarras se retorcían en un espiral de distorsión y el sonido se volvía cada vez más visceral. La energía del ambiente no hacía más que aumentar pero con una curiosa respuesta por parte de la banda. Fueron varios los momentos a lo largo del show donde las canciones ganaron en caos y distorsión para luego ser contrastadas con otras más densas, pesadas y pantanosas. La sensación fue que la mayoría del tiempo Arm y compañía quisieron dejar en claro que no son una banda de hits sino una banda de canciones que buscan generar otro tipos de sensaciones más ligadas según sea el caso a los momentos más oscuros o rabiosos
Precisamente, el momento de catarsis colectiva llegó con “Touch Me I’m Sick”, con la irónica y provocadora letra que habla del SIDA. Desde el primer riff, ese latigazo de suciedad y arrogancia, la respuesta del público fue inmediata. Mark Arm escupió la letra con el mismo desparpajo que en el ‘88, y la multitud se convirtió en un torbellino de pogo. “Touch me, I’m sick!” resonó como un grito colectivo, mientras las guitarras tomaban vida propia y el volumen alcanzaba niveles ensordecedores mostrando con claridad cuanto le debe el grupo a The Stooges a la hora de hablar de influencias musicales.
Poco después, en “Real Low Vibe”, Arm protagonizó una coreografía inesperada junto al bajista Guy Maddison dejando caer simbólicamente guitarra y bajo casi hasta al piso en un gesto que encapsuló la esencia del caos controlado de la banda. Aquí, el público ya estaba completamente entregado al show, saltando sin parar. La canción mostró el lado más crudo y demoledor de la banda, con riffs densos y una batería que parecía irremediablemente atrapada en su propio patrón repetitivo, algo que el público adoró.
Precisamente el bajo de Maddison fue esencial en la construcción del sonido característico de Mudhoney, con su presencia siempre sólida y punzante. Su líneas melódicas proporcionaron el soporte perfecto para las guitarras distorsionadas, creando una atmósfera hipnótica y densa que fue imposible de ignorar. Sin embargo, fue Steve Turner, el guitarrista, quien realmente sostuvo la experiencia sonora de la banda. Su maestría con el fuzz y la distorsión fue lo que le dio esa textura única al sonido de la banda. Turner no sólo se dedicó a crear riffs abrasivos, sino que se permitió momentos de verdadera locura, llevando su guitarra a un punto de saturación tal que las cuerdas parecían gritar de angustia. Su capacidad para tocar con una mezcla de brutalidad y musicalidad se convirtió en el motor del show, logrando que cada acorde fuera un golpe directo al pecho del público. Turner, en su dominio de la guitarra, parecía fusionarse con el alma del sonido de Mudhoney, recordando a todos por qué la banda sigue siendo un pilar inquebrantable de esa particular mezcla de estilos que se denominó grunge para sintetizar y definir lo indefinible.
Con “Oh Yeah”, la banda llevó el show a un terreno más denso y pesado, pero también a algo más visceral. Mark Arm dejó la guitarra a un lado, y la banda continuó con un sonido compacto, más directo y punzante. En este momento, la energía de la banda aumentó, con Arm gesticulando más y cantando con una intensidad inusitada. Esta liberación le dio a la banda una nueva libertad para entregarse completamente a la música y se notó en la respuesta del público.
En estos tres temas, Mudhoney mostró diferentes facetas de su sonido, llevando al público a través de una gama de emociones y atmósferas. “I’m Now” comenzó con una pesadez que, poco a poco, se transformó en algo más enérgico, casi frenético, destacando por su estructura más directa y menos densa que el resto del set. Al dejar la guitarra, Mark Arm ganó más libertad para moverse por el escenario, gesticular y entregarse por completo a la interpretación, lo que intensificó la respuesta del público.
Por otro lado, “Human Stock Capital” fue un tema que combinó la agresividad del punk con la irreverencia característica de la banda. La canción mostró la fuerza del bajo de Guy Maddison, que se destacó por su contundencia, mientras que los riffs de Steve Turner fueron más afinados y cortantes. La batería de Dan Peters agregó un groove aplastante, lo que contribuyó a que el ambiente se volviera más oscuro y sucio, pero sin perder la energía elevada.
Finalmente, “One Bad Actor” fue la pieza más cruda de las tres, con una estructura que permitió que el caos sonoro se improvisara a lo largo de la canción. Aquí, la liberación de Mark Arm fue total, no solo en su actitud, sino también en la manera en que entregó la letra, casi como un grito desafiante. La banda, alimentada por la nueva energía de Arm, se soltó aún más, mientras el público, ya completamente entregado al caos del concierto, respondió visceralmente.
En conjunto, estas tres canciones no solo destacaron por su diversidad sonora, sino también por cómo la liberación de Mark Arm al dejar la guitarra transformó por completo la atmósfera del show, llevando la performance a un nuevo nivel de intensidad y conexión con la audiencia algo seguramente planeado por la banda a la hora de plantear distintos “momentos” a lo largo del set.
Para los bises, la guitarra volvió, trayendo consigo una atmósfera completamente diferente. “Here Comes Sickness” se mostró mucho más punk, explotando después del estribillo y provocando una última ola de locura entre los asistentes. “Beneath the Valley of the Underdog” fue denso, colgado, con un extenso fragmento instrumental que dejó a la audiencia hipnotizada mientras que “In ‘n’ Out of Grace” cerró el show con toda la furia que la banda sabe entregar, incluyendo hasta un pequeño solo de batería en medio del implacable crescendo de intensidad. Sin embargo, lo que realmente dejó a todos perplejos fue la curiosa proyección en la pantalla detrás del grupo: una imagen de un abrazo entre Goyeneche y Pugliese, un guiño extraño, pero que sin dudas tuvo relación directa con el carácter de buena suerte de los próceres del tango, dos que también supieron romper moldes y estereotipos.
El cierre final con un saludo mínimo dejó en claro lo sucedido a lo largo del set. Aunque Mudhoney hace de la ironía y el sarcasmo parte clave de su lírica y actitud, en vivo la banda buscó mantener una postura más seria, casi de gestos adustos. No hubo grandes interacciones con el público más allá de la música; todo lo que querían comunicar lo transmitieron a través de sus canciones y su enérgico desempeño sobre el escenario.
Mudhoney no es una banda de nostalgia. Es una banda que sigue rockeando con la misma fiereza de siempre, que sigue sin compromisos, manteniendo intacto su espíritu irreverente y caótico. Y en Vorterix, con el volumen al máximo y la distorsión envolviendo cada rincón, dejaron claro que el grunge no es solo historia: es una herida abierta, una llamarada que sigue supurando distorsión, caos y energía cruda. En cada acorde, en cada gesto, la banda reafirmó que la esencia del grunge sigue viva, evolucionando y sin rendirse. Ese es tal vez su mejor legado.

Poseidotica: Apertura de lujo
El show de Mudhoney también estuvo acompañado por Poseidótica, quienes continúan estrenando su nueva formación. Con Eugenio De Luca y Santiago Rúa a la guitarra, Martín Rodríguez en el bajo y la reciente incorporación de Lucas Galiñanes en batería, la banda presentó un set cargado de energía y dinamismo, mostrando su propio enfoque experimental del rock. Abrieron con La Distancia, una pieza densa y envolvente que mezcla progresiones pesadas con momentos de calma, capturando la atención del público con su atmósfera casi cinematográfica.
Siguieron con Aeroruta, una canción que transportó a los presentes a un viaje sónico, lleno de capas de guitarras que se entrelazan con las percusiones de Galiñanes, logrando una textura rica y compleja. En Los Extraños, la banda mostró una faceta más visceral, con un bajo firme y líneas de guitarra que recordaban a la época dorada del rock instrumental, mientras que Viaje de Aguadestacó por su enfoque melódico, con un groove sutil y ambiental que daba espacio para la experimentación sonora, pero sin perder la fuerza en su ejecución.
Poseidótica también incluyó El Alma de las Máquinas, una pieza que dejó en claro la habilidad de la banda para jugar con la tensión y la liberación, con una atmósfera inquietante que se fue desmoronando hacia el final en un estallido de distorsión. En Cyberpunk, mostraron su versatilidad, fusionando elementos del rock más crudo con tintes electrónicos, creando una atmósfera futurista, mientras que El Dilema del Origen cerró el set con una propuesta más introspectiva, cargada de complejidad y una dosis de misticismo que invitaba a la reflexión.
Durante su actuación, Poseidótica también aprovechó para anunciar una nueva edición del Festival Viaje de Agua, un evento autogestionado por la banda que se desarrollará este 5 de abril en el Konex, una gran oportunidad para encontrarse con propuestas alternativas y potentes desde el punto de vista artístico y musical.
Una curiosidad que no pasó desapercibida fue la coincidencia en el vestuario entre Santi Rúa y Steve Turner, quienes lucían la misma remera del primer disco de Bad Brains, un símbolo claro del espíritu DIY (Do It Yourself) y la independencia que caracteriza tanto a Poseidótica como a Mudhoney. Este gesto no solo reflejó un vínculo musical, sino también una filosofía común que ha marcado a ambas bandas a lo largo de sus carreras. Si hay algo que une a las dos bandas es una defensa inclaudicable respecto a la idea de la independencia y la autogestión como modo de vida y de resistencia frente al avance de la industria musical siempre ávida de crear productos y fagocitar propuestas. En este punto la casualidad no lo es porque simbólicamente este tipo de gestos dan cuenta de cómo a pesar de las diferencias de propuestas las ideas muchas veces se encuentran. Tal vez por eso al final del set el cuarteto se retiró muy aplaudido y con la sensación de que más de uno se llevó una sorpresa. Bien por ellos.