Chrissie Hynde, entre la leyenda y la meseta

The Pretenders tocó en el Movistar Arena de Buenos Aires y estuvimos a metros de un ícono sin fecha de caducidad.

 Lala Toutonian  [◉°] Eduardo Romero

Qué mujer, Chrissie Hynde. Qué cantante, qué frontwoman, qué manera de demostrar que lo podemos todo, chicas. TODO.

¿Tenemos setenta y tres años y toda una vida dedicada al rock? Entonces salimos vestidas como ella: un ícono sin fecha de caducidad con sus botas altas, remera negra con calavera, la Telecaster colgada como un escudo y el pelo aún rebelde cayéndole sobre la cara. La Hynde encarna una forma de resistencia que sin hacer demasiado ruido, deja huella de todos modos: lleva décadas plantada en el centro del escenario con la misma fiereza con la que enfrentó un mundo no exclusivo de hombres pero sí mayoritario y sobre todo, con esa nefasta actitud motleycrueana de presentar a la mujer como accesorio. Ella se mantuvo sin pedir permiso ni sobreactuar rebeldía. Su sola presencia —voz intacta, guitarra al frente, actitud sin concesiones— es un recordatorio de que la mujer en el rock no necesita justificar su lugar: lo ocupa, lo defiende, lo transforma. Lo mejora.

La banda arrancó fuerte y por un rato pareció que la noche iba a ser un viaje sin frenos por el rock de guitarras y el pulso urgente de las últimas cinco décadas pero el viaje tuvo baches.

La banda, una formación sobria y ajustada de cuarteto sin pantallas ni efectos (¿vieron que no hace falta ese exceso de luminaria molesta con la que tanto y tanto insisten?), recorrió un setlist de más de veinte canciones que varió entre clásicos indestructibles. Los hits fueron celebrados: “I’ll Stand by You”, “Talk of the Town”, “Back on the Chain Gang”, y por supuesto “Don’t Get Me Wrong” obligó a la gente a levantarse y bailotear.

(Paréntesis: ¿los asientos en el campo son para “organizar” mejor a la audiencia y no dejarla asomarse a los pasillos ni para hacer una foto porque la seguridad te vienen a pedir que metas ese pie que sacaste de tu sitio en el número 17 de la fila 3 del sector G y vuelvas a meterlo en el número 17 de la fila 3 del sector G? ¿O porque somos de la generación X para abajo y creen que no toleramos dos horas de pie?)

Retomamos la crónica: el momento másy simbólico llegó, justamente, con la versión de “Forever Young”, el tema que Bob Dylan dedicó a Hynde, y fue interpretada sin solemnidad pero con una serenidad casi estática; una pausa tierna, sí, aunque desprovista de tensión escénica. Como si la conexión emocional no terminara de cuajar con la puesta tan minimalista. Más adelante, “Private Life” y “Thombelina” devolvieron algo del filo, sobre todo gracias a los solos intensos (¿alguien dijo demasiado intensos?) de James Walbourne, pero el vaivén entre la fuerza y la meseta fue constante.

El público, fiel pero contenido, se mantuvo en un modo contemplativo durante gran parte del concierto con pocos celulares al aire y más miradas quietas que saltos o cantos (remitirse a la segunda retórica del paréntesis). 

Pretenders dejaron una postal digna, no deslumbrante. Chrissie Hynde reafirmó ser una mujeraza con la voz y el temple intactos, pero el show osciló entre la evocación y la inercia. Una noche que prometía más de lo que finalmente entregó.

Sí, estaba Charly García presente en primera fila como figura silenciosa del panteón local pero eso ya no es noticia. 

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Publicado el 16 mayo, 2025