Rosalía tiene disco nuevo y, a modo de adelanto, publicó su tema compartido con Björk. ¿A qué suena? A un alma buscando desesperadamente una salida, a una artista animándose a todo
✎ Carlos Rodríguez Puente
Rosalía vuelve y la tierra tiembla con un rumor de cuerda y electricidad.
‘Berghain’ es, a la vez que un single, una escena. La vemos entrar en el mundo con la precisión de quien sabe que no hay regreso. Su cuerpo parece flotar entre luces y reflejos de metal. La joya que lleva en el pecho ya no brilla: late apenas, como un motor agotado.
Los orfebres le hablan sin promesa. Le dicen que el mecanismo está roto, que el corazón no tiene arreglo. Ella escucha, asiente, sale a la calle y lo que empieza a seguirla no es gente, es pensamiento. Una orquesta negra la escolta por la ciudad, tocando para nadie. Son sus ideas girando en torno al miedo.
Camina entre trámites, papeles, escaleras, pasillos. Un poco todos nosotros. Lo cotidiano se vuelve ceremonia. Cada gesto parece un intento de posponer lo inevitable. El azúcar se disuelve en un vaso y algo de su vida se va con él. En esa fragilidad hay belleza. Hay una especie de Blancanieves contemporánea, perdida entre reflejos de vidrio y un aire que huele a despedida.
La canción suena como si un alma buscara salida. Las cuerdas entran con solemnidad, como si vinieran de un claustro. Hay coros goliardos, voces que parecen escapadas de un convento medieval. Björk canta y su voz se quiebra como un cristal cayendo al suelo. Yves Tumor se mueve en la sombra, un rumor eléctrico que enciende el aire. Y Rosalía, en el centro, canta con tono lírico, casi sin respiración, sosteniendo una nota que no busca radio ni playlist, sino pantalla, imagen, cine, proyección. Puro duende y umbral.
El clip es un tránsito entre lo vivo y lo que deja de serlo. Los últimos compases son los del corazón apagándose. El sonido se alarga, se afina, y lo que queda es una paloma blanca subiendo en cámara lenta.
Hay épica en ‘Berghain’ (cuyo nombre remite a un legendario boliche de Berlín). Y también hay verdad. Una verdad fría, desnuda, luminosa. Rosalía firma un réquiem moderno donde la muerte suena a redención, donde el tecno se convierte en plegaria y el cuerpo en templo.
‘Lux’, el disco que se anuncia, promete seguir ese hilo. No un regreso a lo anterior, sino una exploración hacia la claridad. Es que mientras hay artistas que cantan para quedarse o para irse, Rosalía aletea desde ese otro lugar. El del umbral.