Los labios finos y la lengua filosa

Hacía 10 años que Ana Tijoux no tocaba en Argentina. Pasó tanto tiempo que abandonó el foco del rap y ahora está centrada en la mixtura urbana con foco en su último disco, Vida.

Facundo Arroyo

“Crecimos en Francia, por eso la música urbana también nos constituye”, dijo Anita Tijoux casi como pateando las chicanas que recibió en esta nueva era de música con el rap en segundo plano. Pese a las últimas decisiones artísticas que tomó la rapera, y con un set con banda (batería, bajo, teclados más sintes) que la devuelve a su primer amor, el hip hop vive en ella. Por cómo canta, por cómo se mueve, por cómo anexa sus líneas, por cómo pisa el escenario. De hecho, el ex estacionamiento del Konex fue el espacio ideal para meterse al imaginario undergound, oscuro, con luces rojas y azules, y escucharla algo difusa en las versiones de Vida (su último disco) pero firme y contundente en sus hits o durante los momentos más de rap canción. La cultura hip hop está forjada en ella y en algún momento va a tener que volver. 

La última vez tenía el pelo corto. De hecho estaba encarando un show sobre boleros. De eso, para ser exactos, hace nueve años, en aquel desconcertado show en Groove. Rojo y negro, siempre. De Vengo (2014) a Vida (2024) también pasaron diez años. Sus dos últimos LPs muestran dos paredes de una misma pieza. El primero fue rap Latinoamericano, el segundo la mixtura con la música urbana. Diez años es mucho tiempo para una artista, todo lo que pasó por esa cronología merece una entrevista, no suposiciones ni análisis sobre maternar o grabar poco. Ahora Anita tiene el pelo largo, se muestra con trenzas cocidas y nos está diciendo que quiere volver a pensar la música al cordón de la vereda. Al calor del rap de la ciudad. 

Además de su peinado y sus ojos, chinos y limpios, Tijoux también salió a cantar a Buenos Aires con altas llantas, pollera (con calza abajo) y remera deportiva negra. Es decir, dejó atrás la pretensión estrafalaria de la música urbana, y volvió a los tiempos de freestyle. Fue y vino por el escenario gesticulando como una rapera y moviéndose con los cortes del breakdance más que de la salsa. Igual también meneó hasta abajo. Pero no fue desaforada; fue leve y profunda. Con una sensualidad desconcertante. La estrella que tiene tatuada en su oreja izquierda parecía brillar. 

En esos términos, esos en los que ella parece haber estado diciendo, “ok, voy a salir con trío de rap, también con mis canciones nuevas” (muy distintas a las versiones de estudio), la cosa estuvo clara cuando tocó “1977”, su primer gran hit. Enmarcado, en efecto, bajo la cultura hip hop. Un rap contestatario y saltarín que pinta también las pretensiones de la artista frente al mundo. “Sé que no es un buen momento aquí pero la lucha sigue. La lucha es todos los días”, dijo. 

Ojo: “Serpiente de madera”, el simple con el que recibió el 2025, es un rap de vieja escuela. Quizás eso que tuvo peso en el Konex vuelva a primer plano y la boca de labios finos y lengua filosa de Tijoux se empiece a mover al ritmo del doble tempo. Que pasen otros diez años para eso ya sería un montón.

Ph. Ignacio Sánchez
Ph. Ignacio Sánchez

Tambien te va a interesar:

Publicado el 12 marzo, 2025

Publicado el 12 marzo, 2025

Publicado el 10 marzo, 2025